El otro día nos compramos un aspirador.
En principio esto no debería de ser motivo suficiente como para escribir nada, pero el día después, reflexionando sobre el proceso, autoanalizando mi propio comprotamiento llegué a conclusiones preocupantes.
Se supone que es un producto orientado al sexo femenino y aunque no comparta ese punto de vista, es la realidad: fíjense en la publicidad de este tipo de productos (que yo soy de los que trabajan en casa, no se piensen...)
Y aquí viene la miga, aquí empieza lo bueno. No compramos un aspirador cualquiera, compramos el Dyson, este fantástico, futurista, de última generación, ese aparato tecnológico "high-tech" generador de un torbellino de aire de características impresionantes (o eso dicen) que lo succiona todo ¡¡y sin bolsa!!
El Dyson de la puñeta, que cuesta una pasta, me entró por los ojos: ese paisano que lo anuncia asegura tener un diseño altamente tecnológico, testado, patentado, superverificado... que deja en la cuneta el resto de aspiradores. Tanto es así, tales son sus caracterísitcas técnicas ¡¡que lo anuncia un hombre!!, que dice estar cansado de que su aspirador pierda potencia cuando se empieza a llenar la bolsa (el colmo). Normalmente no pintamos nada en publicidad de este tipo, pero supongo que habrá que empezar por convencer al marido para que suelte la pasta y vea que realmente vale la pena, y nada mejor que otro hombre para esa tarea. Y yo, sin darme ni cuenta, pico.
Es que tengo que reconocer que cuando pensaba en comprar un buen aspirador a mi mente venía el Dyson puñetero, era como una fijación. Cuando entro en la tienda, se me iban los ojos a ese modelo y no a otro: mira el Dyson, debe ser muy bueno, sí señor, porque el paisano que lo anuncia, titulado en ingeniería de aspiradores, le da un aire científico al invento que es que si no lo compras hasta pareces tonto. Y te autoconvences de que vale la pena, que aunque cueste el doble, el dinero lo merece, que el resto son un churro, y el vendedor te lo recomienda porque el resto tal y tal y tal. El caso es que acabas por comprarlo y te lo llevas para casa.
Que es un aspirador, que no está tan mal (no me da alergia, y debe ser el primero) y esas cosas, pero los procesos de toma de decisión fueron de pena y la pera, y yo que normalmente soy muy crítico con esto, piqué. Hasta parece que me dan ganas de pasar más el aspirador en casa: que triste.
Que cuando compré el aparato no compraba un aspirador, me apropiaba de todo un conjunto de valores y visiones de forma inconsciente e irreflexiva. Que hasta lo aspiradores, como productos tecnológicos, no son neutros.
¡¡¡Y cuántas veces pensamos así los educadores respecto al bombardeo constante que recibimos de tecnología educativa "high-tech"!!!